La magia del festival cultural Fiky Gota, Colombia

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La Agenda Agam, en colaboración con el Colectivo Myska Simty y la Casa de Medicina Camino de Wayra, organizó su primer festival cultural ´Fiky Gota´. La ´wiphala´, la bandera de los siete colores, es un emblema de muchos pueblos indígenas de los Andes. Foto de Gustavo Mejía.<

Por Alexandra Walter

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Según la leyenda muisca, en el principio sólo existía Bague, la Madre Abuela.

Ella gritó fuerte y claro y aparecieron los dioses, la luz, las plantas, los animales y los muiscas (“el pueblo”). Entonces los dioses llenaron una olla con semillas y piedras, y viajaron lejos y plantaron las estrellas y los planetas. Luego arrojaron las migajas sobrantes, y ese fue el origen de nuestra galaxia y de las pequeñas estrellas lejanas. Todo era hermoso, pero estaba quieto; no había movimiento. Entonces los dioses visitaron a Bague y ella les dio una poción que bebieron hasta quedarse dormidos. En sus visiones podían oír el rumor de los ríos y las cascadas; el tigre saltaba sobre los ciervos; los árboles gigantes se balanceaban con el canto de los pájaros; el Sol salía y algunas estrellas caían del cielo. Incluso pudieron ver a los muiscas realizando sus tareas cotidianas. Cuando los dioses se despertaron, la luz dorada bañó la tierra, y el Sol y la Luna comenzaron a girar.[i]

Por muy mágico que parezca, así fue mi experiencia cuando llegué al festival Fiky Gota.

En el festival cultural ´Fiky Gota´, dirigido por miembros del Colectivo Myska Simty y la Casa de Medicina Camino de Wayra, con la participación de la Agenda Agam, se pintaron murales en las casas de medicina de la comunidad muisca. Fotos de Gustavo Mejía.

Debí haber llegado después de que los dioses se despertaran porque todo el lugar estaba en movimiento: los muralistas pintando colibríes y jaguares en las paredes; los músicos cantando, y tambores y guitarras dando la bienvenida a los recién llegados; la fogata crepitando y la cocina desprendiendo deliciosos aromas. Y por encima de todo, la wiphala, la bandera de siete colores oteando el horizonte: el rojo representando el mundo visible; el naranja, la sociedad y la cultura, y la conservación; el amarillo, la energía y la fuerza, y la solidaridad humana; el blanco, el tiempo, y el arte y la historia; el verde, la economía y la producción, y los recursos naturales; el azul, el espacio, el infinito y el alma; el violeta, el Estado y las organizaciones sociales.

Al son de una enorme caracola, saludamos a los Cuatro Vientos, reconocimos el calor del Sol y agradecimos a la Madre Tierra por acoger el encuentro. Los que estaban alrededor no levantaron la mano para hablar, pidieron permiso para compartir la palabra, y a la hora del almuerzo no comimos, compartimos el alimento. Sin poses, sin agendas, todo fluyó de forma natural.

Primera foto de Alexandra Walter, y segunda y tercera de Gustavo Mejía.

Aprendimos sobre el uso de las plantas amargas y dulces para curarnos a nosotros mismos y sanar a los demás. Plantamos árboles e hicimos ofrendas al río. Uno de los participantes nos explicó todos los significados de la Cruz Inca o Chakana, la palabra en quechua. La Chakana representa los puntos cardinales de la brújula, los tres niveles de existencia (el mundo superior habitado por los dioses, el mundo de nuestra existencia cotidiana y el inframundo habitado por los espíritus de los muertos). También representa la constelación de la Cruz del Sur.

Fotos de Gustavo Mejía.

No conocía a nadie del grupo, salvo a María Faciolince, de la Agenda Agam, pero sólo por correo electrónico. Y sin embargo, ¡todos eran tan familiares! No había mezquindad en los abrazos, eran prolongados y fuertes y energizantes. Como si todos fuéramos hijos de Bague. Sí, sin duda fue una gran reunión familiar.

María, “nuestra” María –que para entonces era la María de todos— nos invitó a dibujar nuestra propia interpretación de la Chakana en una tela que luego sería bordada por mujeres para armar un gran pasacalle que recorrería el mundo. Fue así como nos enteramos de la campaña When Is Now (Cuando es Ahora) de la Agenda Agam lacual ya se había convertido también en la campaña de todos.

Alexandra Walter, co-editora para América Latina de Harvest Moon, y María Faciolince, Estratega para la Movilización y las Alianzas de la Agenda Agam, comparten en el Festival Fiky Gota en Colombia.  Fotos de Gustavo Mejía.

Y en medio de ese ambiente, abrí Harvest Moon (Luna de Cosecha, nuestra antología) y empecé a leer el poema de Irma Pineda, y la gente se reunió alrededor del fuego para escuchar, y el humo se mezcló con las palabras y con las lágrimas. Y el libro circulaba, y las fotos pasaban de una mano a otra. Fue mágico. Estoy absolutamente segura que Bague se hizo presente.

[i] El sueño de los dioses. Germán Puerta Restrepo